Arbusto redondeado y caducifolio, nativo de Japón, cerrado y de ramas erguidas que llega a tener alturas de entre uno y medio y dos metros y medio. Los vástagos del año alcanzan desarrollos de más de un metro en el tiempo que media entre el arranque de las yemas y la apertura de las flores en verano.
Es un arbusto de tamaño variable que puede crecer entre 1 y 3 metros de altura y de ancho.
Es un arbusto de crecimiento moderado que se desarrolla principalmente en primavera y verano. Comienza como un brote compacto en la base que se ramifica gradualmente, produciendo tallos leñosos que pueden alcanzar entre 1 y 3 metros de altura y de ancho, dependiendo de las condiciones de cultivo y de la variedad. Durante su temporada de crecimiento, las nuevas ramas emergen de los nudos de los tallos anteriores.
Sus grandes hojas caducas, de forma ovalada y dentadas, pueden medir hasta 15 centímetros de largo y proporcionan un follaje denso y exuberante. Son características sus hojas elípticas de ápice -extremo- apuntado, bordes aserrados y consistencia más bien endeble. Es también peculiar el punteado que aparece a lo largo de la rama joven, que aún no ha comenzado su lignificación.
Las inflorescencias globulares pueden alcanzar diámetros de 15 a 25 centímetros, añadiendo un espectacular elemento ornamental al arbusto. Esta planta florece con abundancia entre los meses de julio y septiembre y de ella se han obtenido cientos de variedades en colores blanco, crema y en todas las tonalidades de rosa pálido y de azul marino. Las verdaderas flores son, en realidad, diminutas, y suelen ir acompañadas de hojas modificadas, llamadas brácteas, que son las portadoras del color. Existen cabezuelas formadas en su totalidad por flores con brácteas y otras compuestas por un centro de abundantes flores desnudas rodeadas por una corona de flores bracteadas. Estas últimas son conocidas como lace-cap (gorro de encaje).
Prospera mejor en áreas que reciben luz filtrada o sombra parcial, aunque puede tolerar cierta exposición al sol, especialmente en climas más frescos. Una ubicación que recibe luz matutina y sombra durante la tarde es ideal para su crecimiento saludable y floración óptima. Demasiada exposición directa al sol puede causar quemaduras en las hojas y disminuir la intensidad del color de las flores. En general, proporcionar un entorno con luz indirecta y protección contra el sol abrasador ayudará a mantener la salud y la vitalidad.
Prefiere climas templados y frescos, evitando temperaturas extremadamente altas o bajas. Se desarrolla mejor en un rango de temperaturas entre 18°C y 25°C durante el día y entre 10°C y 15°C durante la noche. Las temperaturas extremas, tanto el calor intenso como el frío intenso, pueden afectar negativamente su crecimiento y floración, pudiendo causar marchitez, quemaduras en las hojas o daño a los brotes. Por lo tanto, es crucial ubicarla en un área protegida que proporcione un clima moderado y estable para garantizar su salud y desarrollo óptimos.
Requiere un riego regular para mantener el suelo uniformemente húmedo pero no empapado. Es importante proporcionarle agua de manera consistente, especialmente durante períodos de sequía o calor intenso. Sin embargo, es fundamental evitar el encharcamiento del suelo, ya que puede provocar problemas de pudrición de raíces. Antes de regar, es recomendable verificar la humedad del suelo con los dedos para determinar si es necesario añadir agua. Aplicar una capa de mantillo alrededor de la planta puede ayudar a retener la humedad y reducir la frecuencia de riego. Además, durante los meses más fríos, se debe reducir la cantidad de agua para evitar problemas de pudrición durante la temporada de reposo invernal.
Es fundamental aplicar un fertilizante equilibrado específico para plantas acidófilas, como las hortensias, durante la primavera y el verano. Se debe evitar el exceso de nitrógeno, ya que puede resultar en un crecimiento excesivo de follaje en detrimento de la floración. Se recomienda seguir las instrucciones del fabricante para la cantidad y frecuencia de aplicación del fertilizante. Además, incorporar materia orgánica al suelo, como compost o estiércol bien descompuesto, en primavera puede proporcionar nutrientes adicionales y mejorar la estructura del suelo. Es importante regar abundantemente después de la aplicación del fertilizante para asegurar que los nutrientes se distribuyan de manera uniforme y se absorban adecuadamente por la planta. Durante el otoño e invierno, es recomendable suspender la fertilización para permitir que la planta entre en su período de reposo.
Demandan altas dosis de humedad en el terreno, aunque, eso sí, con la suficiente capacidad drenante que evite nocivos encharcamientos. En regiones de baja pluviometría se deben acolchar -cubrir el suelo que circunda la base de las plantas- con paja, corteza de pino triturada o serrín, a fin de preservar un mínimo de humedad en torno a su zona radicular. XXXX
El cambio de maceta se realiza después de la floración. Asegúrate de que el drenaje es bueno pues, aunque necesita mucha cantidad de agua, no les gusta estar metidas en ella. Con los ejemplares grandes sólo es necesario cambiar la capa superior de la tierra.
Los suelos más adecuados son aquellos ricos en materia orgánica y humus, lo que se tendrá bien en cuenta en la fase previa a la plantación de las hortensias y en los años sucesivos, en los que se debe hacer abundantes aportes de mantillo de hojas, estiércol descompuesto o sustancias afines. La materia orgánica en el terreno marca en gran medida el grado de acidez de éste. Los distintos niveles de acidez -pH- influyen de una manera decisiva en la coloración de las flores de hortensia, de modo que cuanto mayor sea aquélla -pH más bajo- más intenso será el tono azulado o morado de las flores y, por el contrario, a un pH alto corresponderán coloraciones rosadas o rojizas. El aumento de la acidez, además de conseguirse con el uso de materia orgánica, se provoca con varios tipos de sustancias tales como sulfato de aluminio o de hierro. El limo, por el contrario, ayuda a elevar el nivel de pH.
Las flores de hortensias se desarrollan a partir de yemas formadas el año anterior; por esta razón, la poda se debe anticipar lo más posible, realizándose justo al término de su período de floración. En términos generales se puede decir que lo más indicado es reducir sus ramas hasta unos 30 ó 40 cm del suelo, conservando una estructura básica sobre la que el arbusto se desarrolle cada año.
Los esquejes tomados en primavera o verano florecen al año siguiente. Los 10-15 cm finales de los recortes de la poda sirven de esquejes apicales. Ponlos en arena gruesa mezclada con un poco de turba y mantenlos húmedos y a una temperatura de 13-16ºC.
La plantación de hortensias en grandes masas es siempre una solución de mucho efecto, sobre todo de cara a la época estival, cuando se cubren de numerosas cabezuelas coloreadas. Por este motivo y por su preferencia por las zonas de ambiente costero, están indicadas en los ajardinamientos de residencias de verano y de todos aquellos del ámbito de influencia marítima.
Es mejor cultivarlas solas, aunque se pueden poner en una jardinera como visitantes temporales para dar color.